Consumidores carnívoros y veganos NO protegen el medioambiente

Redacción BM editores.

La guerra entre veganos y carnívoros, por el consumo o no de la carne animal, ha llevado al mundo a un enfrentamiento sin cuartel, que hoy ya impacta en imagen al sector productivo de la carne, discusión que en esencia no ha generado un beneficio directo a unos ni a otros, pero lo más importante, no ha estimulado la reflexión en la humanidad sobre esta problemática y la cual, cabe decirlo, ya tiene su percepción histórica y directa sobre la alimentación a partir de productos de origen animal y el impacto que la crianza, desarrollo y sacrificio de éstos implica para la protección del medioambiente en el planeta.

Por este planteamiento inicial, destaca el análisis profundo de la periodista y analista Elda Cantú, especialista Senior News Editor, Latín American, en The New York Times, quien lanzó al público la siguiente disyuntiva para la reflexión: “¿Tiene sentido una hamburguesa sin carne? ¿Una albóndiga de garbanzo?”, porque como señala ella, no es una cuestión de moda, ni solo lo relevante a la hora del almuerzo, o aferrarse a la carne por las razones de los colmillos y la evolución, es una simple lógica del dinero, política y cultura.

Montiel recuerda que en esta guerra vegana-carnívora, en Colorado, Estados Unidos, el 20 de marzo fue el día sin carne, parte de una campaña para promover las dietas “basadas en plantas”. Sin embargo esto no duro mucho tiempo, porque acto seguido, el gobernador de la vecina Nebraska anunció que en la misma fecha celebraría el día con carne, para defender “el estilo de vida” y a los ganaderos de su entidad.

Añade Montiel que mientras tanto, al otro lado del continente americano, en Francia, Grégory Doucet, el alcalde de Lyon, puso “patas arriba” al país al anunciar que el menú escolar de las primarias de la ciudad no ofrecería carne.

Aunque Doucet, del Partido Verde, insiste en que se trata de una decisión temporal para facilitar la operación en las escuelas en la pandemia, ciudadanos y políticos del país denunciaron la medida como un “insulto inaceptable a los agricultores y carniceros franceses”, que, en palabras de un ministro, delata una actitud “elitista y moralista”.

Y la analista puntualiza, para muchos, hay tanta polarización en el mundo, tanta hambre y tan poco placer en medio de la pandemia, que pelear por un plato de puchero de res parece, ahora mismo, una lucha sin sentido.

Pero, para otros, virar a una dieta vegetariana ilustra una actitud “tan puritana como abusiva”, según escribió la filósofa Sandra Caula, al “pretender hacerte sentir como un asesino cuando optas libremente por comerte un bistec, como han hecho los humanos hace miles de años”.

Pero lo más evidente, en la realidad, advierte Elda Montiel, es que el auge de las dietas vegetarianas “es la consecuencia inevitable de la señal de alarma sobre el cambio climático, para el cual la ganadería contribuye de manera significativa”, como observó en una columna Frank Bruni, quien, por cierto, durante mucho tiempo, dice Montiel, fue nuestro crítico gastronómico y fanático de las hamburguesas.

Y sintetiza Montiel: de hecho, “en Brasil, una nación que adora el asado y es la mayor exportadora de carne del mundo, el número de vegetarianos se ha duplicado en los últimos seis años. El país, donde la cultura carnívora está tan arraigada, también es uno de los más afectados por la ganadería intensiva”.

Por lo que hay que concluir, comenta, “la cultura de la carne, me parece, no puede sobrevivir si no queda planeta en donde pasten las vacas. Los carnívoros impenitentes, deberíamos ser los más interesados en protegerlo”, advierte la periodista de The New York Times.

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