Producción avícola en tiempos del Covid-19

Riesgos, bioseguridad y una sola salud

Jorge A. Enríquez F.
www.actualidadpecuaria.com

La bioseguridad es de suma importancia para prevenir la propagación de enfermedades y por supuesto de plagas devastadoras como la influenza aviar altamente patógena y la peste porcina africana.

Quien iba a imaginar a inicios del año 2020 en Latinoamérica, que meses después estaríamos la mayoría de nosotros reduciendo al mínimo nuestros desplazamientos, respetando al máximo posible el distanciamiento social de 1,5 m, lavándonos las manos de forma compulsiva y analizando opciones de teletrabajo para todas aquellas funciones que no son necesariamente manuales y presenciales.

Producción avícola en tiempos del Covid-19 Produccion avicola tiempos Covid 19 1Para la producción avícola latinoamericana el año se iniciaba con buenas perspectiva, ya que la demanda por carne impulsada por la baja en producción de cerdos en China, derivada del virus de la fiebre porcina africana, hacía pensar que gozaríamos de un mercado ansioso de recibir nuestros productos cárnicos, lo que abría (y creo sigue abriendo) oportunidades para nuestros países de enfocarse consistentemente en lograr las habilitaciones y permisos necesarios para transformarse en proveedores eficientes de proteína animal para el resto del mundo.

Sin embargo, sería otro virus, también de origen animal -al parecer-, que entraría rápidamente a golpear la salud de las personas y la economía planetaria, transformándose el 2019-nCoV (del inglés 2019-novel coronavirus) o informalmente coronavirus de Wuhan, causante de la enfermedad conocida ya oficialmente como COVID-19, en la causa del frenazo del comercio mundial, ante la natural preocupación por evitar su propagación entre personas por todo el mundo. Se espera que la pandemia de COVID-19 cause una desaceleración económica mundial. El comercio será más volátil de lo habitual este año, con destinos, orígenes y precios afectados.

Nan-Dirk Mulder, especialista global sénior en Proteína Animal de Rabobank1 explicó que, a juicio de la institución, “los mayores desafíos asociados con la pandemia de COVID-19 serían las posibles interrupciones en la oferta y la demanda asociadas con problemas de cuarentena y logística de parte de los proveedores chinos y otros, y una creciente demanda del consumidor hacia el consumo en el hogar y productos no perecederos”. Es probable que los volúmenes totales se vean afectados temporalmente, y el comercio en última instancia debería beneficiarse de los problemas de suministro local relacionados con el coronavirus, la PPA y la gripe aviar (IA).

Países enteros en cuarentena, caídas sin precedentes de la actividad aérea y dificultades para la manutención de las cadenas de suministros en el mundo. Miles de muertos y cientos de miles de contagiados. ¿Era previsible que pasara?, ¿Teníamos que haber estado mejor preparados? ¿Volverá a pasar?

Probablemente muchos hemos participado en ejercicios de levantamiento de riesgos para nuestras organizaciones. Hemos hablado de riesgos internos y externos. Operacionales, inherentes y riesgos generales. Hemos hablado de mitigación y planes de contingencia. Pero, tengo la impresión que cada vez que hacemos un listado, cosas, riesgos, mercados, clientes, etc., tendemos a sesgarnos por eso que conocemos, hemos vivido de alguna forma o nos han referido y no siempre somos capaces de ver que aquello que creemos nunca ha ocurrido, según nuestro conocimiento al menos, pueda efectivamente ocurrir.

En Chile, país altamente sísmico, después de cada terremoto devastador hemos realizado cambios importantes en la normativa e incorporado nuevos elementos en las características y requerimientos constructivos de nuestras ciudades y en la operación de nuestras empresas. Muchos, después del megaterremoto del 27 de febrero del 2010, incorporaron generadores en sus instalaciones, compraron teléfonos satelitales y aseguraron financieramente sus instalaciones. Pero creo poder afirmar, sin mucho margen de error que nadie pensó que el nuevo riesgo podía ser quedarse sin la posibilidad de trabajar, debido a una cuarentena obligatoria en una operación que requiere alta intensidad de mano de obra.

¿Quién pensó que las modernas plantas libres de las oficinas son hoy un problema más que una ayuda en la contención de una pandemia? Nuestros países latinoamericanos que necesitan más que nunca crecer, producir e incrementar el bienestar de todos sus habitantes, vieron nuevamente en la naturaleza, la inigualable biología que nos recuerda que el hombre propone, pero Dios dispone.

Una mirada a los Riesgos

Cuando hablamos de riesgos, siempre recuerdo la pregunta de un profesor de finanzas cuando nos explicaba el concepto de riesgo financiero. Él decía: ¿Cuál es el riesgo de que si vamos en un avión al que le fallaron sus motores y está en caída libre hacia el suelo, terminemos todos muertos en el accidente? Normalmente la respuesta intuitiva de nosotros sus alumnos era, “el riesgo de morir es altísimo o máximo”, pero el profesor después de dejarnos argumentar rebatía, “el riesgo es cero, no hay ningún riesgo de que los pasajeros del avión mueran. Lo que hay es una total certeza de que morirán”.

Es que el riesgo de un evento es el nivel de incertidumbre de su resultado y si sabemos certeramente su resultado por anticipado el riesgo es cero, aun cuando el resultado no nos guste. No se trata de si el resultado es bueno o malo, tiene que ver con la variabilidad de que un resultado pueda ser uno u otro alternativo.

En la producción pecuaria, hay una serie de riesgos inherentes a la naturaleza de este negocio, para los cuales debiésemos tener un plan de control y mitigación de éstos, en caso de que se presenten. Para ello debemos realizar un análisis del riesgo que debe incluir todos los posibles eventos y pérdidas económicas que éstas puedan causar, una vez detectadas las amenazas, es la propia organización la que debe decidir si evitarlas o asumirlas, de acuerdo con el nivel de tolerancia y aversión al riesgo, considerando eso sí cumplir con la normativa, las leyes y lo más importante, el respeto a la ética que sus decisiones comprometan. Así, las organizaciones debemos trabajar en identificar nuestros riesgos y definir estrategias que permitan su evaluación, seguimiento y mitigación de manera oportuna.

La gestión del riesgo operativo debe tener en cuenta los factores internos y externos que originan las amenazas. Los internos se producen por la propia actividad comercial de la compañía, por ejemplo, una mala administración de caja o problemas en la producción; mientras que los externos son las condiciones políticas, económicas o sociales que afectan el desempeño de las empresas de un sector determinado o un país, como las crisis económicas, la inestabilidad de las tasas de cambio y las variaciones de una industria.

Tomar acciones oportunas permitirá que los impactos de esos posibles eventos no afecten los objetivos de la organización.

1 Recoger información a partir de la revisión de los procesos, de autoevaluaciones y análisis del país donde se opera, así como el contexto económico, político, social y en nuestro caso énfasis en las condiciones sanitarias y ambientales. Debemos construir en base a información tanto externa como interna, que permita evaluar todas las “amenazas”.

2 Clasificar cada riesgo realizando un inventario de los mismos para valorar y establecer el nivel de amenaza, así como las acciones que se van a implementar. Se debe analizar el grado de probabilidad, impacto y ocurrencia de cada riesgo (alto, medio o bajo) e incluir indicadores tanto cuantitativos como cualitativos para evaluar periódicamente el perfil de riesgo operacional. Una vez clasificadas las amenazas, basados en la probabilidad, ocurrencia e impacto que podría traer cada una, es pertinente elaborar una matriz de priorización para establecer cuáles requieren un tratamiento inmediato. Aquí se analiza cada riesgo y se clasifica como alto (es muy factible que se presente), medio (factible) o bajo (muy poco factible). También se analiza si cada impacto puede ser interno o externo. Este “mapa” sirve para empezar a trabajar en los riesgos más urgentes y plantear estrategias para reducir sus impactos.

Riesgo Sanitario y Bioseguridad

Muchas de las medidas de prevención y control contra el COVID-19, como los estrictos estándares de higiene y la limitación de los visitantes a las instalaciones, son familiares para quienes trabajamos en producción de animales.

La bioseguridad es de suma importancia para prevenir la propagación de enfermedades y por supuesto de plagas devastadoras como la influenza aviar altamente patógena y la peste porcina africana. Ahora es el momento de reforzar los protocolos de bioseguridad, en granjas y en plantas de procesamiento, para mantener seguros tanto a nuestros colaboradores como a nuestras aves y animales.

En esto no hay nada nuevo y probablemente una de las lecciones que más debemos esforzarnos por hacer que queden muy marcadas en nuestras organizaciones es el riesgo sanitario y las medidas que tenemos que tomar, a menos que queramos como los pasajeros del avión de la pregunta, estrellarnos indefectiblemente en el suelo.

En estos momentos, gobiernos de todo el mundo instan a sus ciudadanos a evitar contagiarse del coronavirus, así debemos recordar que en la avicultura esta preocupación debe ser permanente. La limpieza personal y de las instalaciones es primordial, bien cerradas y con accesos controlados a visitantes y personas ajenas. También hay que considerar restringir el transporte de material potencialmente contaminado, como la cama o aves muertas, por ejemplo.

Otro aspecto que nos lleva a hacer inevitables comparaciones entre la actual pandemia y el riesgo inherente a nuestro sistema productivo es el de las aglomeraciones, pues por el momento se nos ha prohibido la realización de reuniones masivas (incluso 3 personas es masivo para algunos gobiernos), asistir a fiestas, congresos o conciertos y todo esto para evitar la propagación del coronavirus.

En nuestras instalaciones avícolas, el confinamiento, permite un nivel de bienestar de la producción intensiva de aves de carne mejor que en cualquier otro momento en la historia de la producción avícola moderna.

La incorporación de nuevas tecnologías como paredes laterales sólidas, ventilación de túnel y pabellones muy automatizados proporciona a las aves condiciones de vida cómodas y por sobre todo consistentes.

La tecnología permite una consistencia de temperatura, humedad y calidad del aire sin precedentes para asegurar el bienestar de las aves. Sin embargo, no podemos desconocer que el hecho de haber miles de individuos compartiendo un espacio y condiciones de crianza comunes, representa un riesgo de difusión de una enfermedad si está logra traspasar las berreras de bioseguridad que debemos instalar en nuestros sistemas productivos. Aquí una observación, las barreras de bioseguridad deben estar diseñadas de tal manera que normalmente impidan la entrada de enfermedades al plantel, pero si la enfermedad entró, también deben permitir aislarla, evitando que salga, para frenar así que se disemine a otros planteles u otras aves de las proximidades.

Expertos del Instituto Friedrich Löffler2 de Alemania, enfatizan que los productores deben desarrollar planes de contingencia viables en caso de que los miembros clave del personal necesiten aislarse. Las empresas también están explorando cómo la automatización puede ayudar a salvaguardar la producción en caso de interrupciones laborales y de hecho los fabricantes de drones agrícolas ya están reportando aumentos significativos en sus ventas.

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La mirada de una sola salud

La FAO en 20073 indicaba la existencia de enfermedades de los animales contagiosas para las personas -como el virus Nipah en 1999, el SARS (síndrome respiratorio agudo y grave) en 2002, la influenza aviar altamente patógena H5N1, de cuyo contagio se responsabiliza la muerte de casi 200 personas en 2006 y la actual pandemia de COVID-19- han sensibilizado al público sobre la relación entre los animales silvestres, la producción pecuaria y la salud pública.

El riesgo de transmisión de enfermedades desde los animales a las personas será mayor en el futuro, debido al crecimiento de la población humana y la población pecuaria. A los espectaculares cambios que se producen en la producción pecuaria, al surgimiento de redes agroalimentarias mundiales y a un considerable aumento de la movilidad de las personas y los bienes.
El caso de la influenza aviar pone de relieve cómo puede surgir un nuevo problema viral de la fauna silvestre, adaptándose inicialmente y después circulando en las aves de corral, con los riesgos consiguientes para las personas y para otras especies de animales.

Al respecto, la crisis de Covid-19 también ofrece nuevos análisis. Particularmente interesante, o inquietante, fue un tweet el 20 de marzo de 2020 del profesor Chris Elliott, adjunto a la Queen’s University Belfast, Irlanda del Norte, Reino Unido. Quién conecta Covid-19 con PPA en una teoría personal; dado que China ha perdido aproximadamente el 50% de su rebaño de cerdos por la PPA, se genera un déficit masivo en el suministro de carne. Ante esto, hay un incremento en el comercio (legal o ilegal) de carne proveniente de animales silvestres. Se vende mucha carne ilegal en el mercado de Wuhan y comienza la pandemia.

En enero del 2020 por su parte, la OMS (Organización Mundial de la Salud), publicaba una nueva guía para el riesgo humano de IA4. Esta guía está orientada a las personas que manejan aves que pueden estar infectadas con influenza aviar. Dice que, dada la gran cantidad de brotes en aves de corral en Europa desde finales de 2019, es importante que las personas tomen medidas de protección y eviten el contacto con aves enfermas o muertas o ambientes contaminados. Dice que el riesgo de infección es bajo, pero emitió las siguientes pautas:

«Las personas cuyo trabajo los pone en contacto con aves infectadas o sus entornos (es decir, trabajadores agrícolas, veterinarios, criadores, etc.) deben usar equipo de protección personal y cumplir con una buena higiene de manos. Las autoridades sanitarias locales deben registrar a las personas expuestas y controlar su estado de salud durante los siete días posteriores al último día de exposición. Si una persona desarrolla síntomas, los antivirales específicos para la influenza deben administrarse de acuerdo con las pautas de la OMS».

Las medidas de protección generales para reducir el riesgo de infección con los virus de la influenza aviar incluyen:

Evitar el contacto directo o cercano con aves enfermas o muertas (aves de corral y aves silvestres) o ambientes contaminados e informar de las aves enfermas o muertas ante las autoridades responsables.

No tocar aves vivas o muertas, con las manos desnudas. Si debe manejar un ave muerta, use guantes o una bolsa de plástico para recogerla. Asegúrese de lavarse las manos con agua y jabón o use un desinfectante adecuado después de manipularlo.

Seguir buenas prácticas de inocuidad e higiene de los alimentos en línea con el Programa Cinco Claves para una Alimentación más Segura de la OMS; por ejemplo, cocine aves de corral o aves silvestres completamente a temperaturas suficientemente altas.

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La producción agropecuaria no puede parar

Si bien el coronavirus afecta a todos los sectores de la sociedad, parece ser una postura unánime en el mundo que ministerios de agricultura y alimentación, entidades y cooperativas de agricultores han declarado que la producción agrícola y pecuaria «no puede detenerse» (España, Brasil, Perú, Colombia, Chile, Argentina, entre otros). Por ahora, la pandemia de coronavirus no ha cambiado la rutina del sector agropecuario en gran parte del mundo.

La agricultura es considerada una actividad crítica a nivel mundial, ya que es la cadena alimentaria la que no puede interrumpirse. Las potencias mundiales, como lo son China y EEUU también han declarado la agricultura como de carácter crítico. Para poder cumplir con esta delicada tarea, tenemos que ocuparnos de los protocolos de limpieza y desinfección activamente, no descansar en charlas preventivas y supervisar el cumplimiento de protocolos de protección de nuestros equipos de trabajo y colaboradores. Obviamente dotar al personal de los equipos correctos de protección personal es un “desde”, y con mayor razón hay que reforzarlo en estos momentos.

La idea es no provocar pánico que paralice actividades, sino que prevenir, pesquisar, informar oportunamente y aislar cuidadosamente a eventuales contagios y sus contactos.

La producción de carnes, lácteos y huevos es parte de la infraestructura agrícola crítica de una sociedad. Las asociaciones industriales y otras organizaciones gremiales están trabajando para evitar la propagación de información errónea y para garantizar que los reguladores no ignoren las necesidades de los productores y los animales de granja. Estos incluyen el acceso a suministros de alimentos, mano de obra mínima necesaria, pero también disponibilidad garantizada de equipos de protección, sin los cuales no es posible operar de manera segura.

Los productores de alimentos y entre ellos los avicultores, estamos en el negocio de «lo que realmente importa», proporcionando alimentos seguros y nutritivos para todos. Dada la importancia de abastecer a los consumidores en las ciudades en esta pandemia, “El campo no puede parar” y es nuestra responsabilidad que siga funcionando de forma segura, eficiente y sustentable.

Artículo publicado en Los Avicultores y su Entorno Junio -Julio 2020

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